Cuando empezamos un entrenamiento de running, uno de los principales objetivos es obtener mayor resistencia. Y es que el aumento progresivo de kilómetros se convierte en una pequeña obsesión. Pero cuando la meta se alcanza, el tiempo toma mayor protagonismo y es ahí cuando se intenta mejorar la velocidad.
- Mejora tu postura. Corre manteniendo tu torso erguido, pisa con el medio de la planta del pie (no con los talones), procura tener tu talón alineado con tu cadera al pisar y coloca tus brazos pegados al cuerpo y en movimiento fluido adelante-atrás (no de costado).
- Zapatillas ligeras. Si se va a practicar velocidad lo más recomendable es llevar zapatillas que pesen poco. Recuerda elegir una que vaya acorde a tu peso, pisada y forma.
- Fortalece el core. Intenta realizar ejercicios que fortalezcan tus abdominales, torso superior, articulaciones, tu equilibrio y tu flexibilidad. Esto ayudará a prevenir lesiones y te dará mayor rango de movimiento en tus prácticas.
- Conoce tu paso de baja intensidad. Reconocerás este paso cuando encuentres la forma de sostener una conversación sin agitarte mientras trotas. Esto ayudará que puedas realizar intervalos fuertes de entrenamiento y sin agotarte tan rápido.
- Dale importancia al descanso. Dormir las horas adecuadas todos los días (8 horas), tener 2 o 3 días off durante la semana y realizar el entrenamiento a la velocidad correcta es también llamado el entrenamiento invisible. Aunque parezca que es muy lento es necesario para recuperarte y continúes entrenando.